Me desnudas de pronto,
corazón hecho aldea.
Tienes brisa y cansancio
dibujado en los mares.
Tienes fe y te emociona
el instante rebelde
que dejaste en mi puerta.
Eres Dios, y eso es todo.
No se vale mirarme
y creer en que puedo
así, a ciegas, jurarlo…
Tan seguro que yo
seré fiel a mí misma
y a la propia consigna
que he guardado en mi alma.
No se vale que seas
tan humano, tan cerca,
y yo aquí, hecha noche
olvidando mirarte…
Te pareces al mundo
cuando se hace se tarde,
y se enfría el horizonte
y hace falta soñar…
Me recuerdas el modo
en que aquel trapecista
quiso hallar libertad.